lunes, 9 de marzo de 2015

No es culpa lo que siento

Cuando me dicen que es normal sentir culpa de salir a trabajar y dejar a tu hijo en manos ajenas, yo respondo con toda franqueza: yo no siento culpa.
Y es cierto, no es culpa lo que me provoca tener que romper esta fusión simbiótica y cómplice que tenemos, no es culpa lo que me provoca tener que ver a mi hijo llorando con tanto sentimiento que suspira por horas después de haber quedado al cuidado de otra persona, no es culpa lo que me provoca llorar casi a diario pensando en que tarde o temprano en el corto plazo voy a tener que volver a trabajar para rendirle al sistema.
No, no es culpa… es rabia
Rabia de oír como las instituciones, la sociedad y las mismas personas cercanas me dicen que es normal dejar a tu guagua a cargo de otros para que tu puedas salir a trabajar. Que hay que desligarse, que a los 6 meses ya es suficiente de maternar, que es anormal querer estar pegaditos todo el tiempo. Sinceramente no sé si lo mío es patológico , pero emocional y físicamente duele.
Y creo que si duele tanto, es porque para mí no es sano dejar a los cachorros tan pequeños. A la mayoría de las mujeres nos tienen convencidas que si queremos dedicarnos a la maternidad por un tiempo estamos fracasando y echando por la borda nuestros alcances profesionales, pero sinceramente , para mí esa es una visión sumamente patriarcal, de ver el éxito a través de la lógica masculina.
Mientras no  se respeten nuestros derechos, anhelos y sentimientos, estamos muy lejos de alcanzar igualdad ante la sociedad. Somos vulneradas en tantos puntos, empezando por  la falta de respeto a nuestros derechos reproductivos, ok, el patriarcado quiere que traigamos hijos al mundo, y una vez que los traemos, quieren que volvamos a ser parte de su fuerza laboral, y si no, no  servimos, las isapres nos rechazan las licencias, los médicos nos tratan de locas, y los hijos se crian con otras manos. No estamos tan lejos de parecernos a los espartanos, y aún así ellos separaban a sus hijos de sus madres a los 7 años.
Estoy segura que cuando en algún futuro lejano vean lo que esta época le hizo a los niños van a tomarse la cabeza a dos manos tratando de entender que tipo de sociedad es la que pretendíamos formar. Por el momento, continuaré creyendo que otro mundo es posible.


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