Crecí sintiéndome un bicho raro con respecto a mi generación. Recibí una educación extraña, diferente, algo exótica en sus premisas.
Mi papá tenía serios problemas con la cultura yankee, por lo que siempre escuché desprecio a todo lo que significara una ligera similitud a sus costumbres, en mi casa estaba prohibido el ketchup, las hamburguesas y el puré en caja, (por cierto, útiles adminículos alimenticios que conocí en mi época universitaria).
La primera vez que fui al mcdonald creo que fue a los 17, y a escondidas, puesto que si contaba eso en la casa me iban a decir: "Te andas Alimentando de pura caca, eso aturde a las personas."
A mi nunca me dieron mesada, ni plata para colación... me mandaban una fruta y un pan con mermelada o manjar.
Cuando mi mamá nos decía que íbamos a comer pizza, significaba que ella iba a amasarla y prepararla.
Jamás tuve un nintendo, ni super nintendo, ni nada parecido...se repetía el argumento de el aturdimiento infantil.
Los sábados en la mañana salíamos con mi papá a comprar las soluciones escolares, eran mi vicio, coleccionaba cada una de las revistas y láminas gigantes. También intercambiaba correos (no electrónicos) con gente que también las leía. (pero no podía ir al mall, porque era "nefasto")
Nunca tuvimos microondas, la comida recalentada en la olla era más rica.
Por cierto, en mi casa se comía absolutamente de todo, y estaba prohibida "la maña": Simplemente si el menú no era del agrado del comensal, este en cuestión, podía morir de hambre.
La ropa fue un gran tema (especialmente durante mi adolescencia) Me daban 20 mil pesos al año para que eligiera mi stock de ropa para la temporada.
Nunca he tenido televisión en mi pieza, y creo que nunca la tendré
Crecí con la consigna del ahorro. Con imaginarios de tiempos de guerra y desastre, con la conciencia de que cualquier día lo puedo perder todo, y que el 80% de lo que nos rodea son distractores de lo que esencialmente significa vivir
No por eso me siento mejor ni peor persona, pero me siento extraña. (por cierto en mi familia se actualizaron a los tiempos, mientras yo sigo transmitiendo con la consigna de lo mínimo para la vida.)
Pero el tema que me perturba casi a diario, son las necesidades creadas que hemos ido adquiriendo a través del tiempo, tanto personalmente (no lo niego) como a nivel mundial. Necesidades que a la larga van en desmedro del mismo planeta, y generan la justificación perfecta para la construcción de centrales generadoras de energía, como es el caso de Hidroaysén. Y es que esa a sido la principal crítica que hacen las personas que están a favor de la creación de dicho proyecto.
Sin embargo, me parece una crítica superficial, que no analiza la sociedad occidental de consumo en la que nos vemos obligados a vivir. Y es que cualquier crítica o manifestación en contra a un proyecto que va en desmedro de nuestro propio ecosistema, es válida; simplemente porque dentro de la esquizofrenia consumista en la que estamos inmersos inexorablemente, podemos vislumbrar que andan mal las cosas.
Y eso da un motivo más para vivir: creer que en este mundo todavía quedan motivos por los que luchar, y causas por defender.